lunes, 7 de mayo de 2007

OPINIONES SOBRE EL LAICISMO

Por Abdennur Prado, presidente de Junta Islámica Catalana y autor de El islam en democracia (EL PAÍS, 06/05/07):

El problema es que cuando estos grupos hablan de aplicar la Sharia, suelen remitirse a la jurisprudencia del periodo clásico del islam, codificada en un contexto patriarcal y autoritario. En la práctica, esto conduce a la implementación de la pena de muerte, castigos corporales, y toda una serie de leyes discriminatorias hacia la mujer, los homosexuales y las minorías religiosas. Los promotores de esta concepción anacrónica de la Sharia viven obsesionados con “relislamizar la sociedad”, inmiscuyéndose en todos los ámbitos, ahogando el pensamiento crítico y condenando a sus países al subdesarrollo. Para muchos musulmanes, esta política conduce a la destrucción del islam, transformado en una religión de Estado. La única salida pasa por superar la tentación de construir un Estado islámico, y aceptar que las leyes deben basarse en valores universales y no en la imposición de ninguna religión. Sin libertad de conciencia no hay progreso. Esto es más conforme al islam, tal y como muchos lo entendemos.

La problemática de la Sharia nos remite a la tensión entre lo global y lo local, en la cual la religión juega un papel cada vez más grande. Desde esta perspectiva, podemos realizar una comparación entre el discurso islamista y el de la Conferencia Episcopal Española (CEE). En ambos casos nos encontramos con un repliegue identitario, que defiende la supremacía de una religión como algo esencial para la supervivencia nacional. Así, el cardenal de Toledo, Antonio Cañizares, afirma que “una España unida sería una España más católica” porque el país “tiene su origen en la fe, en la unidad católica”. Lo mismo sostiene el arzobispo de Madrid, Rouco Varela: “Muchos apuestan por una España no católica, pero en el fondo el alma de España vibra a través de la historia de su conciencia, de su cultura, de todas las épocas gloriosas de su Historia… España será católica o dejará de existir como tal”.

No nos equivoquemos a la hora de identificar los problemas. En la España de principios del siglo XXI nadie, ningún colectivo medianamente representativo, invoca la Sharia, ni los castigos corporales, pero, en cambio, sí hay fuerzas poderosas que defienden que todos los ciudadanos sean gobernados según la moral católica. Si alguien tiene dudas, que lea la instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España, del 23 de noviembre de 2006, donde la Conferencia Episcopal defiende “la unidad histórica, espiritual y cultural de España”, afirmando el derecho de los ciudadanos a ser gobernados según este criterio religioso (la pastoral dice: “De acuerdo con un denominador común de la moral socialmente vigente fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo”). La Conferencia Episcopal rechaza algunas leyes aprobadas por el Parlamento -divorcio, aborto, matrimonios homosexuales- con el argumento de que constituyen “una desobediencia a los designios divinos” y son contrarias al “patrimonio espiritual y moral históricamente acumulado”.

laicismo: Cinco tesis

Laicismo: cinco tesis
Fernando Savater*

El debate sobre la relación entre el laicismo y la sociedad democrática actual (en España y en Europa) viene ya siendo vivo en los últimos tiempos y probablemente cobrará nuevo vigor en los que se avecinan: dentro de nuestro país, por las decisiones políticas en varios campos de litigio que previsiblemente adoptará el próximo Gobierno; y en toda Europa, a causa de los acuerdos que exige la futura Constitución europea y por la amenaza de un terrorismo vinculado ideológicamente a determinada confesión religiosa. En cuestiones como ésta, en que la ceguera pasional lleva a muchos a tomar por enemistad diabólica con Dios el veto a ciertos sacristanes y demasiados inquisidores, conviene intentar clarificar los argumentos para dar precisión a lo que se plantea. A ello y nada más quisieran contribuir las cinco tesis siguientes, que no pretenden inaugurar mediterráneos, sino sólo ayudar a no meternos en los peores charcos.

1. Durante siglos, ha sido la tradición religiosa -institucionalizada en la iglesia oficial- la encargada de vertebrar moralmente las sociedades. Pero las democracias modernas basan sus acuerdos axiológicos en leyes y discursos legitimadores no directamente confesionales, es decir, discutibles y revocables, de aceptación en último caso voluntaria y humanamente acordada. Este marco institucional secular no excluye ni mucho menos persigue las creencias religiosas: al contrario, las protege a las unas frente a las otras. Porque la mayoría de las persecuciones religiosas han sucedido históricamente a causa de la enemistad intolerante de unas religiones contra las demás o contra los herejes. En la sociedad laica, cada iglesia debe tratar a las demás como ella misma quiere ser tratada... y no como piensa que las otras se merecen. Convertidos los dogmas en creencias particulares de los ciudadanos, pierden su obligatoriedad general pero ganan en cambio las garantías protectoras que brinda la Constitución democrática, igual para todos.
2. En la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie. De modo que es necesaria una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con la visión integrista que tiende a convertir los dogmas propios en obligaciones sociales para otros o para todos. Lo mismo resulta válido para las demás formas de cultura comunitaria, aunque no sean estrictamente religiosas, tal como dice Tzvetan Todorov: «Pertenecer a una comunidad es, ciertamente, un derecho del individuo pero en modo alguno un deber; las comunidades son bienvenidas en el seno de la democracia, pero sólo a condición de que no engendren desigualdades e intolerancia» (Memoria del mal).

3. Las religiones pueden decretar para orientar a sus creyentes qué conductas son pecado, pero no están facultadas para establecer qué debe o no ser considerado legalmente delito. Y a la inversa: una conducta tipificada como delito por las leyes vigentes en la sociedad laica no puede ser justificada, ensalzada o promovida por argumentos religiosos de ningún tipo ni es atenuante para el delincuente la fe (buena o mala) que declara. De modo que si alguien apalea a su mujer para que le obedezca o apedrea al sodomita (lo mismo que si recomienda públicamente hacer tales cosas), da igual que los textos sagrados que invoca a fin de legitimar su conducta sean auténticos o apócrifos, estén bien o mal interpretados, etcétera...: en cualquier caso debe ser penalmente castigado. La legalidad establecida en la sociedad laica marca los límites socialmente aceptables dentro de los que debemos movernos todos los ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias o nuestras incredulidades. Son las religiones quienes tienen que acomodarse a las leyes, nunca al revés.

4. En la escuela pública sólo puede resultar aceptable como enseñanza lo verificable (es decir, aquello que recibe el apoyo de la realidad científicamente contrastada en el momento actual) y lo civilmente establecido como válido para todos (los derechos fundamentales de la persona constitucionalmente protegidos), no lo inverificable que aceptan como auténtico ciertas almas piadosas o las obligaciones morales fundadas en algún credo particular. La formación catequística de los ciudadanos no tiene por qué ser obligación de ningún Estado laico, aunque naturalmente debe respetarse el derecho de cada confesión a predicar y enseñar su doctrina a quienes lo deseen. Eso sí, fuera del horario escolar. De lo contrario, debería atenderse también la petición que hace unos meses formularon medio en broma medio en serio un grupo de agnósticos: a saber, que en cada misa dominical se reservasen diez minutos para que un científico explicara a los fieles la teoría de la evolución, el Big Bang o la historia de la Inquisición, por poner algunos ejemplos.

5. Se ha discutido mucho la oportunidad de incluir alguna mención en el preámbulo de la venidera Constitución de Europa a las raíces cristianas de nuestra cultura. Dejando de lado la evidente cuestión de que ello podría entonces implicar la inclusión explícita de otras muchas raíces e influencias más o menos determinantes, dicha referencia plantearía interesantes paradojas. Porque la originalidad del cristianismo ha sido precisamente dar paso al vaciamiento secular de lo sagrado (el cristianismo como la religión para salir de las religiones, según ha explicado Marcel Gauchet), separando a Dios del César y a la fe de la legitimación estatal, es decir, ofreciendo cauce precisamente a la sociedad laica en la que hoy podemos ya vivir. De modo que si han de celebrarse las raíces cristianas de la Europa actual, deberíamos rendir homenaje a los antiguos cristianos que repudiaron los ídolos del Imperio y también a los agnósticos e incrédulos posteriores que combatieron al cristianismo convertido en nueva idolatría estatal. Quizá el asunto sea demasiado complicado para un simple preámbulo constitucional...

Coda y final: el combate por la sociedad laica no pretende sólo erradicar los pujos teocráticos de algunas confesiones religiosas, sino también los sectarismos identitarios de etnicismos, nacionalismos y cualquier otro que pretenda someter los derechos de la ciudadanía abstracta e igualitaria a un determinismo segregacionista. No es casualidad que en nuestras sociedades europeas deficientemente laicas (donde hay países que exigen determinada fe religiosa a sus reyes o privilegian los derechos de una iglesia frente a las demás) tenga Francia el Estado más consecuentemente laico y también el más unitario, tanto en su concepción de los servicios públicos como en la administración territorial.
Por lo demás, la mejor conclusión teológica o ateológica que puede orientarnos sobre estos temas se la debo a Gonzalo Suárez: "Dios no existe, pero nos sueña. El Diablo tampoco existe, pero lo soñamos nosotros" (Acción-Ficción).

Copyright © 2004 Fernando Savater Se permite la reproducción de este texto por cualquier medio siempre que sea sin fines comerciales y esta nota se mantenga.


Notas al pie
... 2004*
Publicado originalmente en el diario El País, 3-04-2004

LAICISMOhttp://www.ulb.ac.be/cal/laicismo/www/laicismo.htm


Por laicismo hay que entender, por una parte : La voluntad de construir una sociedad justa, progresista y fraternal, dotada de instituciones públicas imparciales, garantes de la dignidad de la persona y de los derechos humanos, asegurando a cada uno la libertad de pensamiento y de expresión, así como la igualdad de todos delante de la ley, sin distinción de sexo, de origen, de cultura e de convicción y considerando que las opciones confesionales o no-confesionales corresponden exclusivamente a la esfera privada de las personas ; y por otra parte : La elaboración personal de una concepción de la vida que se funde sobre la base de la experienca humana, con exclusión de toda referencia confesional, dogmática o sobre natural, lo que implica la adhesión a los valores del libre examen, la emancipación respecto a toda forma de condicionamiente y el imperativo de una ciudadanía completa y justa.El laicismo hace entonces referencia a valores…
EL LIBRE EXAMEN
Valor laico por excelencia, el libre examen implica no solamente la afirmación de un derecho, el de la absoluta libertad de consciencia, sine y sobre todo la afirmación de un deber ; el de no reconocer ningún dogma y de proceder con espíritu crítico en la discusión de las ideas recibidas, de todas las ideas impuestas, comprendiendo en éstas aquellas profundamente ancladas en su fuero interno, las más perniciosas, aquellas del puritanismo suficiente y del prejuicio.
EL RECHAZO A LA EXCLUSION
Bertold Brecht escribía : "Cuando vinieron a detener a un comunista, yo no dije nada ; Cuando vinieron a detener un liberal, yo no dije nada ; cuando vinieron a detener un católico, yo no dije nada, cuando vinieron a detenerme ya no había más victimas…"Y en el mismo sentido existe la exclusión sociale como la exclusión política o la exclusión ideológica, filosófica o religiosa.Que uno quiera darse cuenta o no, la exclusión de otra persona, la exclusión de una categoría de personas, extranjeras, incluso lejanas, constituye un poco la exclusión de si mismo, el comienze de su propia exclusión, porque simplemente la libertad de cada uno se nutre de la libertad de todos y que ninguna verdadera libertad puede encerrar o ignorar la exclavitud de los otros.La utopía laica es la aspiración de una sociedad humanista. Una sociedad donde el hombre sea el criterio último. Una sociedad "todos aceptados", "todos ciudadenos", "todos participantes", sin distinción social, sexual, cultural, filosófica o religiosa.La utopía laica (del griego "laicos", del pueblo) es la aspiración universal, la conquista del saber y del poder por el "laos" (en el sentido global de pueblo, incluyendo hombres y mujeres, niños y niñas de hombres libres o esclavos, de ex-ciudadanos o de barbaros).La utopía laica es la aspiración al progreso, es decir a más de libertades, a más de responsabilidades, a más de autonomía. Es la convicción que todo se decide aquí y ahora.Porque no existe el "más alla" y que el sueño de eternidad forjado por las culturas antiguas y las religiones de aquí y de otras partes no es más que un señuelo, sólo nos resta aceptar el duelo de los dioses (que no tienen ninguna reencarnación a ofrecer) y asumir lo absurdo de la vida, limitada deseperádamente a estas pocas decenas de años que separan el nacimiento de la muerte, limites absolutes de nuestra fín…Nos queda el asumir el duelo del mito ancestral de la vida eterna y fundar sobre esta desesperanza una filosofía resueltamente secular que traslado a la humanidad (la que sobrevivirá a nuestras modestas personas), nuestra atávica necesidad de sobrevivencia.Sólo nos queda el realizarnos como seres conscientes, expandiendo resueltamente nuestro espíritu , para vivir sin complejos, sin otra limitación que nuestra integridad y aquella de los otros y para aportar nuestra modesta piedra al espacio de libertades que deseamos legar a nuestros hijos.¿Pero de qué espacio de libertades estamos soñando, cuando hay que aceptar la « necesidad » de una sociedad de dos, tres o cuatro velocidades, entendida como una sociedad donde algunos tienen todo o casi todo y otros nada o casi nada ?La libertad de pensar, la libertad de expandirse, la libertad de gozar, la libertad de realizarse, se proyecta o transcurre por otras libertades prioritarias, aquellas de existir, de comer, de ser reconocido, de tener su espacio, sin olvidar el derecho a ejercer una profesión y de vivir dignamente de ella.
LA TOLERANCIA
La tolerancia es el respecto de las personas, en tanto que individuos portadores de ideas, de creencias y de convicciones. En contra, la tolerancia no exige el respeto de las ideas, las cuales pueden ser combatidas. El hombre tolerante se esforzará en escuchar, primero; en presentarse abierto a los otros antes de tomar posición. La práctica de la tolerancia es más que un enunciado de un principio, ella es sobre todo una actitud de todos los días.
LA EMANCIPACION Y RESPONSABILIDAD
La vocación del hombre es la de conquistar su emancipación, de marchar y de realizarse al máximo, asumiendo primero su propio futuro del cual es él el responsable.
LA CONQUISTA DE LA CIUDADANIA
La ciudadanía se completa y conquista cada día. Ella es la prolongación social de la emancipación individual, porque ningún ser responsable podría desinterarse de la vida ciudadana.
LA DEMOCRACIA
Una sociedad democrática debe estar fundada sobre el respecto de los derechos del Hombre y del pluralismo. Ella se caracteriza, igualmente, por la necesidad de un Estado de derecho, por la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, así como por la separación de la Iglesia del Estado.
EL RESPECTE A LA DIVERSIDAD
El laicismo valoriza las diferencias, consideradas como un enriquecimiento del patrimonio común, siempre que estas diferencias no perjudiquen la integridad de otras personas ni el derecho a la emancipación de cada uno.
LA SOLIDARIDAD
La solidaridad es un compromiso moral de ayuda y de responsabilidad mutuas entre los seres humanes. El hombre no nació para sufrir sine para encontrar su legítima parte de felicidad. Una sociedad feliz sólo puede estar compuesta por individuos también felices.